"Sin embargo, no tardó en advertir que las batallas por Sr. Miles y los otros para ganar un reino contra caballeros con armadura, eran menos arduas que la emprendida por él ahora para ganar la inmortalidad contra la lengua inglesa. El lector que haya intimado con las severidades del trabajo de redactar no necesitará pormenores: cómo escribió y le parecio bueno; releyó y le pareció vil: corrigió y rompió; omitió; agregó, conoció el éxtasis, la desesperación; tuvo sus buenas noches y sus malas mañanas; atrapó ideas y las perdió; vio su libro concluido y se le borró; personificó sus héroes mientras comía, los declamó al salir a caminar; rió y lloró; vaciló entre uno y otro estilo; prefirió a veces el heroico y pomposo, otras el directo y sencillo; otras los valles del Tempe; otras los campos de Kent o de Cornwall; y no llegó nunca a saber si era el genio más sublime o el mayor mentecato de la tierra."
Virginia Woolf. Orlando.