La foto la he tomado prestada de aquí.
A
veces se dan esta suerte de milagros: personas maltratadas por la
vida que, sin embargo, de un modo natural y sin grandes reflexiones,
ni cursilería, casi sin darse cuenta, deciden hacer el bien a los
demás. No son pazguatos, e incluso piensan tal vez que son egoístas,
pues buscan con ello satisfacer su propia necesidad. Tampoco carecen
de genio, ni de mala leche, ni de su justo poso de amargura. Ni ignoran
de qué va la vida.
Hay
algunas personas así, y por eso, de vez cuando, conviene que haya
novelas que hablen de ellos. Una mujer, Rose, que necesita herederos.
Alguien que vive de puntillas, como un hada. Como una Amélie,
pero inglesa, en la cincuentena, con otro tipo de magia. Y con muchas
pérdidas a cuestas.
La vida cuando era
nuestra es sobre todo un hermoso
homenaje a la lectura. A los libreros. A lo que puede significar un
libro. Y, sí, habla de la Guerra Civil española, (de refilón,
aunque late en el núcleo) y también es un homenaje a los
extranjeros que perdieron aquí la vida por unos ideales que iban más
allá de las fronteras.
Más
allá del argumento, lo mejor de la historia es el estilo. Una mano
firme, sensitiva, con la dulzura justa, y un tono íntimo y genuino
que genera la impresión de que estás leyendo lo que está escrito
en la cara interna de la piel. Y una mirada sabia, amable por lo
tanto, sobre las personas.
Marian
Izaguirre es una escritora con una trayectoria de muchos años de
escritura, libros y premios, que, sin embargo, es ahora cuando, de la
mano de Lumen, encuentra la difusión que merece.
Marian Izaguirre, La vida cuando era nuestra. 2013. Editorial Lumen. Barcelona.
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